LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE LOS FUTUROS PRESBITEROS
ELEMENTOS PARA RESPONDER A LAS EXIGENCIAS DE UN MUNDO POSTMODERNO Y GLOBALIZADO
ROY LUIS GARCÍA ZAMORA
En las puertas del Tercer Milenio, nos sale al paso una crisis de grandes proporciones que ha venido a cimbrar todos los aspectos de la vida humana, provocada por un mundo globalizado en el que combinan y recrean creencias, actitudes y estilos de vida, que consecuentemente vienen generando una nueva cultura que por los efectos de los cambios tan profundos y repentinos, no ha podido definirse ni concretarse con claridad. Esta situación no es ajena a los procesos de formación en nuestros seminarios y ha venido a afectar, no solamente la formación sino la vida y el ejercicio del ministerio de los presbíteros.
La presente investigación pretende ofrecer aquellos elementos que puedan ayudar a renovar los proyectos formativos de los seminarios, desde una sólida, amplia y competente formación intelectual, que articule, unifique e ilumine todas las dimensiones de la formación, desde la inicial y hasta la formación permanente del presbítero, para que lleguen a ser pastores creíbles en un mundo postmoderno y globalizado.
Mientras que el contexto social y eclesial, son sus luces y sombras, es reconocido como uno de los factores que influyen en la vida y ministerio del presbítero, una atenta consideración al acontecer contemporáneo, nos lleva a afirmar, que estamos viviendo un cambio de época que cuestiona el ministerio de los presbíteros. No se trata sólo de la aceleración de la vida ni de los nuevos descubrimientos tecnológicos que se adentran en el misterio de la vida; hay un cambio de paradigmas y valoraciones. Es decir, está emergiendo una nueva civilización que propone desafíos y puntos de referencia nuevos a la acción pastoral de la Iglesia, a la formación y, por ende, a la vida y ministerio de los presbíteros.
A estos cambios se les conoce como el fenómeno de la postmodernidad y de la globalización. Son varios los factores que vienen a determinar dichos cambios, tales como el avance de la ciencia y la tecnología, así como la sorprendente red de comunicaciones que se ha generado propiciando una comunicación de alcance mundial con la capacidad de interactuar en tiempo real desvaneciendo las barreras geográficas y espacio-temporales. Estos factores son los que nos hacen confirmar que la historia de la humanidad se ha acelerado, propiciando cambios tan vertiginosos que no permiten asimilarlos. Ante este panorama se exige hoy hacer una renovación de nuestros planes de seminarios y asegurar un acompañamiento posterior a la ordenación, ya que las circunstancias y las necesidades son tan variantes que sería utópico e irreal esperar del seminario la solución de todos los problemas futuros.
Por eso se hace cada vez más urgente preguntarse, ¿Qué tipo de presbíteros hoy para América Latina?, ¿Cuál es la formación intelectual que se brinda en nuestros seminarios? Y ¿Cuáles serían los elementos que le ayudarían a responder a los desafíos de la postmodernidad y la globalización hoy?.
Debido a la situación mutante, globalizante y desafiante de nuestra era, consideramos que el presbítero de hoy, si quiere ser real y verdaderamente un pastor que pueda ser un signo creíble, debe formarse bajo una amplia y sólida formación intelectual. Por eso ofrecemos esta reflexión desde la formación intelectual, como el principio iluminador de la formación del presbítero, desde una perspectiva integral, integradora y transversal, que tenga su génesis en la formación inicial y se vaya actualizando durante el ejercicio del ministerio presbiteral.
Hoy más que nunca, el trabajo formativo es arduo y gravoso, y se convierte en todo un desafío, más aún, cuando descubrimos que los ambientes de donde provienen los candidatos al ministerio y en los que se mueve la acción pastoral del presbítero en nuestros días, ya no son tan cristianos, ni los hogares son ya Iglesias domésticas y que la vida fragmentada y el pensamiento débil se han filtrado hasta los espacios de nuestros seminarios.
Efectivamente, constatamos que la relación necesaria entre las dos grandes disciplinas que le dan solidez a la formación sacerdotal, filosofía y teología y aquellos aspectos más mediáticos que vienen a reforzar la formación intelectual le ayudarán a responder a las exigencias del mundo actual y a las comunidades exigentes en las que se desarrolla la acción pastoral del presbítero.
Queremos señalar que nuestra propuesta la hemos planteado y fundamentado desde la dimensión intelectual, pero sin dejar a un lado ni ir en detrimento de las demás dimensiones de la formación sacerdotal, que lo lleve a una formación íntegra, integral e integradora.
De ahí que ante la situación actual en la que se mueve el presbítero de hoy, la formación intelectual debe ser el principio iluminador que le capacite y le brinde herramientas para su formación y ejercicio pastoral y que, a la vez, sea un elemento que unifique y articule los conocimientos adquiridos para su crecimiento en la formación humana y consecuentemente le permita integrarlos en su formación espiritual.
También hemos verificado que el equipamiento intelectual no se hace de una vez para siempre, sino que pide reponerlos permanentemente. Es aquí donde se ha constatado, que la formación intelectual, es esencial desde la formación inicial y a través de la formación permanente. Por lo tanto, la formación permanente se hace cada vez más necesaria y no admite excepciones.
Descubrimos pues, que la experiencia de la globalización es plural y nos tiene que enseñar a descubrir la acción de Dios que se deja percibir en este acontecimiento como un nuevo signo de los tiempos, que exige finalmente una mirada contemplativa que conlleve a un fino discernimiento, para que a través de una reflexión teológica, ético-cristiana, el presbítero pueda leer la validez positiva pero al mismo tiempo las situaciones negativas de anti-reino que ofrece la globalización.
Es aquí donde se tiene que replantear seriamente los planes y los procesos formativos. Que los proyectos formativos tengan como punto de partida y de llegada la nueva sociedad postmoderna y globalizada.
Por eso, ante los cambios radicales y las grandes transformaciones del mundo y del hombre de hoy, se constata que los elementos que deben formar al presbítero, maestro y pastor, discípulo y misionero para que sepan dar razones para vivir y razones para esperar, serían:
Una formación sacerdotal, que prepare a los candidatos por una parte, para un pensamiento nuevo que les permita asimilar e integrar el cambio de época que se está gestando de manera continua como efecto de la postmodernidad, y, por otra, se debe enfocar desde el impacto profundo que está teniendo la globalización, ya que es el nuevo contexto en que se ejerce hoy el ministerio presbiteral.
Una formación que los capacite, para afrontar los desafíos que presentan las nuevas condiciones socio-culturales, asegurando un amplio bagaje intelectual, cultural, filosófico y teológico, unido a las ciencias auxiliares, para comprender y transformar la realidad de todos los fenómenos que afectan la vida del hombre actual.
Una formación que asuma los elementos y herramientas que le brindan las ciencias auxiliares y los otros aspectos afines. Así el pastor se familiarizará, con el lenguaje, la cultura, los problemas y los planteamientos de la sociedad en la que vive el hombre de hoy.
Una formación integral, sólida y eficaz, que les permita presentar no solamente con la palabra, sino con el testimonio, una nueva imagen de Dios amor, que frente al individualismo se propicie una actitud y una espiritualidad de comunión, así como la globalización de la solidaridad, que frente al relativismo actual, se proponga una visión objetiva y global del ser humano y de la sociedad.
Unos contenidos doctrinales firmes y una comprensión clara de la identidad del ministerio ordenado, ya que las exigencias de la situación social actual y la situación eclesial, requiere del presbítero una identidad clara y asumida que, desde su ser y quehacer, se presente como un signo creíble en el mundo postmoderno y globalizado.
Presbíteros con una sólida formación intelectual desde la formación inicial y permanente para ser pastores con una profunda experiencia de Dios, lo que configure con Jesús Buen Pastor y lo manifieste en la comunión con su presbiterio y con la comunidad a la que sirva y con el anuncio del Evangelio mediante la Nueva Evangelización, testimoniando la caridad, una gran calidad humana que lo solidarice con los pobres y excluidos y también una capacidad de dialogo cultural, ecuménico e inter-religioso.
Presbíteros que desde una amplia formación intelectual sean capaces de ser testigos, para dar razón de su fe y de su esperanza ante el hombre de hoy, en un mundo que marcado por la postmodernidad y la globalización, va girando en búsqueda de su propia construcción.
Presbíteros que sean maestros pastores con iniciativas proféticas de esperanza, con acciones solidarias transformadoras y con una vida de caridad que dinamice el servicio y su misión, en el contexto de la postmodernidad y la globalización.
Concluimos, entonces, que la formación intelectual en los seminarios debe ser profunda, íntegra, interdisciplinaria y actualizada si se quiere llegar a formar pastores creíbles desde una sólida formación intelectual. Para alcanzar ésta sólida competencia intelectual del presbítero (desde la formación inicial) y en el transcurso de la formación permanente, ha de tenerse en cuenta la promoción y proyección de una seria formación sacerdotal, que asegure una amplia y consistente formación filosófica, teológica, antropológica, socio-cultural e histórica, si se quiere dar respuestas claras, con fundamentos contundentes, a los desafíos y exigencias que viven nuestras comunidades cristianas en el mundo actual.
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