domingo, 21 de agosto de 2011

ITINERARIO SACERDOTAL 4

ITINERARIO SACERDOTAL 4



PROCESO PARA LA ELABORACIÓN DE UN PROYECTO DIOCESANO DE FORMACIÓN PERMANENTE



PARA EL CRECIMIENTO INTEGRAL DEL SACERDOCIO DIOCESANO




En colaboración:

Cecilio Félez Marco
Esteban Rosado López

(Misioneros del Espíritu Santo)


Nihil Obstat

Juan Molina Ancona, M.Sp.S.
Vicario de la Provincia de México
12 de octubre de 2004

Imprimatur
Vicente Monroy Campero, M.Sp.S.
Superior de la Provincia de México
1 de noviembre de 2004





DERECHOS RESERVADOS ã

2004 Misioneros del Espíritu Santo
y Fraternidad de Cristo Sacerdote
Av. Universidad 1702
04010 México, D.F.

Pedidos: (55) 56-58-74-33
Misioneros del Espíritu Santo
Hecho en México








PRESENTACIÓN



Introducción general.

...Es deseo de los Padres sinodales que se desarrolle
 una acción pastoral a favor del clero diocesano
 que haga más sólida su espiritualidad, su misión
 y su identidad, la cual tiene su centro en el seguimiento de Cristo que, sumo y eterno
Sacerdote, buscó siempre cumplir la
voluntad del Padre (EA 39)

Son muchas las urgencias ante las cuales el corazón humano no puede permanecer insensible y menos cuando se dice seguidor de Cristo.

La Formación Permanente del sacerdote quiere ser una nueva manera de responder al don de Dios que hemos recibido y al pueblo sacerdotal que se nos ha encomendado. Por eso, la formación permanente quiere ser expresión de un esfuerzo por mantener vivo un proceso general e integral de continua maduración, profundizando los diversos aspectos de la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral.

La Formación Permanente pretende lograr que el sacerdote sea una persona profundamente creyente y lo sea cada vez más. De tal modo que pueda verse con los ojos de Cristo en su verdad completa. Atender esta verdad con amor agradecido y gozoso en nosotros y en nuestros hermanos sacerdotes es el reto que deseamos enfrentar.

La Palabra de Dios nos dice: “Reaviva el don que recibiste por la imposición de las manos” (2Tim 1,6) y “No descuides el carisma que se te ha entregado” (1Tim 4,14).

En un mundo como el nuestro, que nos ofrece tantas direcciones, tantas propuestas diversas y atractivas, el sacerdote más que nunca necesita no dispersar su atención y su vida. Por ello, es preciso tener los ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, vigilar, para no caer y llegar a perder de vista el proyecto de vida al que está llamado y del que necesita hacerse responsable constantemente para poder dar fruto.

Somos portadores no sólo de un ministerio, sino del amor mismo de Cristo Sacerdote. Es este amor en el que queremos vivir renovados y actualizados para responder al mundo de hoy con nuevas expresiones, con nuevo ardor, con nuevos métodos, conscientes de que es la hora de la nueva ‘imaginación de la caridad’.

El Papa nos ha invitado a rechazar una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad, ni con la lógica de la Encarnación… (cf NMI 52) la historia ciertamente es relativa, pero ello no nos exime de ningún modo de construirla.

No se trata de repetir lo que hemos recibido, sino de desarrollarlo con contenidos y a través de nuevos métodos, conscientes de que se requieren adaptaciones, actualizaciones y modificaciones, sin generar rupturas, sino buscando llevar a plenitud lo que Dios mismo ha comenzado un día en nuestro corazón.

Alguien ha dicho que la formación permanente es la mejor inversión. Formarse es transformarse. Hoy más que nunca ha ido creciendo la conciencia de una formación sólida en la vida del sacerdote, y esa misma conciencia se hace extensiva a la formación permanente como un instrumento indispensable para estar al día y caminar al ritmo de la Iglesia y del mundo de hoy.

Con este ánimo presentamos esta propuesta para elaborar un Proyecto de formación permanente, partiendo de los mismos recursos que genera el Espíritu dentro de la propia diócesis y del presbiterio que la configura. Ya que, si bien los dones son distintos, el Espíritu es el mismo y sopla donde quiere, en cada corazón, en cada presbiterio y en cada diócesis.

Proponemos un “Proyecto de Formación Permanente” que tenga en cuenta el elemento de integralidad de vida y misión del sacerdote. Para lo cual es necesario que comprenda los siguientes aspectos:

  • Un objetivo claro de lo que se quiere lograr.
  • Un marco doctrinal como referencia obligada.
  • Un análisis de la realidad que nos sitúe en un contexto determinado.
  • Unas políticas y estrategias concretas que nos permitan alcanzar el objetivo.
  • Una programación realista a corto, mediano y largo plazo.
  • Una metodología de participación desde la propia experiencia de vida.
  • Y una evaluación que permita recoger lo vivido y proyectar hacia el futuro.

Cada uno de estos momentos aparece en esta propuesta como pasos a dar por el presbiterio en su conjunto, con el Obispo-Pastor a la cabeza, a fin de lograr, mediante un trabajo comunitario, la articulación de los diferentes elementos que integran la vida y misión del sacerdote y del presbiterio como cuerpo diocesano.

Proponemos llevarlo a cabo desde una metodología dinámica y participativa, a través  de un discernimiento serio sobre la realidad, que lleve a una implicación personal y corporativa.


1.- MARCO DOCTRINAL.


1.1.- ¿Qué entendemos?

El marco doctrinal es el encuadre en el que debemos situar un proyecto de formación permanente que nos remite a la Palabra de Dios como el criterio orientador que dinamiza la vida y el trabajo del sacerdote. Palabra de Dios que se enmarca desde la promesa, realizada en la persona de Jesús y retomada por los Apóstoles para la Iglesia primitiva.

Es la Iglesia que soñamos ser. Es la explicación de aquello a lo que nos comprometimos y queremos renovarnos en el compromiso. Es la explicación de lo que se quiere alcanzar partiendo de lo que se es.

La dispersión es una nota característica del mundo de hoy. Hay propuestas diversas. Por eso queremos tener un marco doctrinal.

No se trata de vivir de novedades pero sí, abiertos al espíritu que sopla donde quiere.
Tener marco, no contraría la acción del Espíritu, más bien nos ubica en su espacio de acción: “El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.

Si queremos tener un encuadre firme y sólido necesitamos la Palabra de Dios.

Dicho encuadre ha sido explicitado a lo largo de la historia por el Magisterio, refiriéndolo a los tiempos y lugares. Últimamente y de manera especial encontramos: Pastores Gregis, Pastores dabo vobis; Vita Consecrata; Christifideles laici; y Ecclesia in Anerica, todas del Papa Juan Pablo II.

Es la explicitación de la historia referida a tiempos y lugares.

El Marco Doctrinal es camino para permanecer fieles a la Gracia recibida.

"Fidelidad: es el ánimo o disposición permanente por la que estamos decidi­dos a cumplir con las obligaciones o exigencias que pesan sobre nosotros".

            Ser fieles es llevar a la práctica esa decisión.

            Ser fieles a la palabra es guardar la promesa que se hace.

            Ser fieles a la ley es observar lo que prescribe.

            Ser fieles al amigo es cumplir con todo lo que la amistad supone.

Ser fiel a Dios, es fundamentalmente reconocer esta exigencia de amar­lo y aceptarlo a el y su palabra, y actuar de acuerdo con esta aceptación. Hemos aceptado a Cristo, hemos contraído  un compromiso.

Unidad: Buscar la unidad en la diversidad. La unidad es el valor supremo. No confundirla con uniformidad. El mismo que es autor de la unidad, lo es de la diversidad… por eso el que atenta contra la unidad atenta contra el Espíritu y quien atenta contra la diversidad, atenta también contra el Espíritu.


1.2.- Elaboración y reflexión sobre el marco doctrinal.


1.2.1.- Palabra de Dios.

Ø  “Os daré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia”(Jer 3,15).

Ø  “Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10,11)

Ø  “Jesús al ver que le seguían les dice: ¿Qué queréis?. Ellos le respondieron: Maestro ¿Dónde vives?. Les respondió: Venid y lo veréis”. (Jn. 1, 38-39)

Ø  “Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él...” Mc. 3, 13-14)

Ø  “Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón de Juan, ¿me amas más que estos?. Le dice él: Sí, Señor, tu sabes que te quiero. Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas”. (Jn. 21, 15 y ss.)

Ø  “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19)

Ø  “No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros” (1Tim. 4,14)

Ø  “Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera en estas disposiciones... (1Tim. 4,15)

Ø  “Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de las manos” (2Tim 1,6)

Ø  “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu  en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús” (Hch. 1,14)

Ø  “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)



1.2.2.- Magisterio de la Iglesia:


a) Pastores dabo vobis: Permanecer fieles a la gracia recibida

La formación de los futuros sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, y la atención asidua, llevada a cabo durante toda la vida, con miras a su santificación personal en el ministerio y mediante la actualización constante de su dedicación pastoral lo considera la Iglesia como una de las tareas de máxima importancia para el futuro de la evangelización de la humanidad. (2)

La Formación Permanente encuentra su fundamento y su razón de ser en el dinamismo del sacramento del Orden. (70)

La necesidad de “mantener el paso” con la marcha de la historia justifica la Formación Permanente. (70)

Mantener vivo un proceso integral de continua maduración: aspectos humano, espiritual, intelectual y pastoral. (71)

-  Dimensión humana: que le permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, compartir las esperanzas, las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria. (72)

- Dimensión espiritual: la vida de oración debe ser “renovada” constantemente...; en la oración no se vive de rentas.(72)

-  Dimensión intelectual: mediante el estudio y la actualización seria y comprometida. (72)

-   Dimensión pastoral: don, deber, gracia y responsabilidad, a la que es preciso ser fieles, es decir, hay que asumirla y vivir su dinamismo hasta las exigencias más radicales. (72)

ê La Formación Permanente, precisamente porque es “permanente”, debe acompañar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier período y situación de su vida, así como en los diversos cargos de responsabilidad eclesial. (76)


b) Ecclesia in America. No. 39. El Presbítero, signo de unidad

Como miembro de una Iglesia particular, todo sacerdote debe ser signo de comunión con el Obispo en cuanto que es su inmediato colaborador, unido a sus hermanos en el presbiterio.

Ejerce su ministerio con caridad pastoral, principalmente en la comunidad que le ha sido confiada, y la conduce al encuentro con Jesucristo Buen Pastor.

Su vocación exige que sea signo de unidad. Por ello debe evitar cualquier participación en política partidista que dividiría a la comunidad. Es deseo de los Padres sinodales que se  desarrolle una acción pastoral a favor del clero diocesano que haga más sólida su espiritualidad, su misión y su identidad, la cual tiene su centro en el seguimiento de Cristo que, sumo y eterno Sacerdote, buscó siempre cumplir la voluntad del Padre. Él es el ejemplo de la entrega generosa, de la vida austera y del servicio hasta la muerte.

El sacerdote sea consciente de que, por la recepción del sacramento del Orden, es portador de gracia que distribuye a sus hermanos en los sacramentos. Él mismo se santifica en el ejercicio del ministerio.

El campo en que se desarrolla la actividad de los sacerdotes es inmenso. Conviene, por ello, que coloquen como centro de su actividad lo que es esencial en su ministerio: dejarse configurar a Cristo Cabeza y Pastor, fuente de la caridad pastoral, ofreciéndose a sí mismos cada día con Cristo en la Eucaristía, para ayudar a los fieles a que tengan un encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo. Como testigos y discípulos de Cristo misericordioso, los sacerdotes están llamados a ser instrumentos de perdón y de reconciliación, comprometiéndose generosamente al servicio de los fieles según el espíritu del Evangelio.

Los presbíteros, en cuanto pastores del pueblo de Dios en América, deben además estar atentos a los desafíos del mundo actual y ser sensibles a las angustias y esperanzas de sus gentes, compartiendo sus vicisitudes y, sobre todo, asumiendo una actitud de solidaridad con los pobres.

Procurarán discernir los carismas y las cualidades de los fieles que puedan contribuir a la animación de la comunidad, escuchándolos y dialogando con ellos, para impulsar así su participación y corresponsabilidad. Ello favorecerá una mejor distribución de las tareas que les permita consagrarse a lo que está más estrechamente conexo con el encuentro y el anuncio de Jesucristo, de modo que signifiquen mejor, en el seno de la comunidad, la presencia de Jesús que congrega a su pueblo.

A todos los sacerdotes, además, se les pide que presten su ayuda fraterna en el presbiterio y que recurran al mismo con confianza en caso de necesidad.







1.3.- Dinámica de trabajo.


Para la reflexión en grupos:

Resaltar los aspectos más significativos de los textos:


Palabra de Dios:












Pastores dabo vobis:












Ecclesia in America:
















2.- ANÁLISIS DE LA REALIDAD DEL PRESBITERIO.

2.1.- Nuestro pasado: historia de formación permanente en la diócesis.

Se trata de recuperar el caminar para mantenerse al día en la vivencia del ministerio sacerdotal.

Es importante hacer historia:

Tomar conciencia de que no partimos de cero.
Vincularnos con los que nos han precedido en el ministerio.
Aprender de su experiencia, valorando su sabiduría y testimonio de vida.

Recuperar el camino recorrido:

Repasar los espacios de formación permanente que se han tenido.
Recoger los momentos más significativos en los últimos diez años.
Retomar las luces que aportan los contenidos reflexionados.
Tomar conciencia de los elementos que no han favorecido nuestra renovación.



2.2.- Dinámica de trabajo.

Reunión por grupos:

Repasar los espacios de formación permanente.

Recoger los momentos más significativos en los últimos diez años.










Retomar las luces que aportan los contenidos reflexionados.

Tomar conciencia de los elementos que no han favorecido nuestra renovación.













2.3.- Nuestro presente: análisis de la realidad actual.

Nos ayuda a tener una visión objetiva, analítica y pastoral de la comunidad eclesial y de nosotros mismos en nuestras fuerzas y fragilidades, detectando las necesidades más sentidas, los problemas centrales y los principales aciertos, así como las causas y tendencias hacia el futuro sintetizado todo ello en los hechos más significativos.

2.3.1.- Dimensión Humana

Salud

Cuidado o descuido del cuerpo, ejercicio físico, descanso adecuado y chequeo conveniente.

Afectivo Emocional

Se dice, que vivimos gracias a los muertos que llevamos dentro. Dentro de nuestra persona y de nuestra historia otros han tenido que morir para que nosotros tuviéramos vida y muchas veces lo olvidamos. La muerte es necesariamente parte de la vida, como admirablemente la vida es parte de la muerte.

            En el territorio de la muerte todo es muerte, incluso aquello que llamamos vida; y en el territorio de la vida todo es vida, incluso aquello que llamamos muerte.

            Así como podemos afirmar que, la muerte sin resurrección es un fracaso, así afirmamos también que la resurrección sin cruz y sin muerte no pasa de ser más que una ilusión o una fantasía.

            Félix de Jesús Rougier, con su manera de asumir la muerte, nos enseña a enfrentar la vida. A nosotros nos corresponde anunciar al Dios de la vida en situaciones de muerte. En donde quiera que esté presente la muerte, estamos llamados a anunciar, aún más, a testificar la Vida. Conscientes de que esto sólo es posible por la fuerza del Espíritu Santo.

Tenemos por lo tanto que revisar el tipo de relaciones que vivimos:
Familia.
Sacerdotes del presbiterio
Relación con la mujer.
Relación con nosotros mismos (Stress, cansancio, soledad, no valoración, el cambio de etapas en la vida, sexualidad, etc).
Crecimiento y pérdidas en las relaciones afectivas.

2.3.2.- Intelectual

Abordado desde la clave bíblica de Sabiduría.
Es decir, lo que Dios ha sembrado en nosotros.
Nuestro trabajo nos facilita, nos exige el estudio o nos lo estorba.
¿Diferenciamos entre leer y estudiar?

2.3.3.- Dimensión Espiritual

Retomar nuestra relación con Dios, desde nuestra configuración con Cristo sacerdote y pastor.

Recuperar la bondad y necesidad de la Dirección Espiritual como herramienta para la maduración personal.

2.3.4.- Dimensión Pastoral

La caridad pastoral, no sólo es Don para nosotros, sino es Don para el Pueblo de Dios. Ellos tienen derecho a nuestra caridad pastoral y nosotros tenemos obligación de compartir el Don que hemos recibido para su servicio.

Por lo tanto, tendremos que revisar las relaciones hacia la diócesis, entre nosotros mismos y con las personas que se nos han confiado.


2.3.5.- Dinámica de trabajo.

DIMENSIÓN HUMANA:

Salud: Cuidado o descuido de tu salud.


¿Cómo cuidas tu cuerpo?




¿Ejercicio físico?




¿Descanso adecuado?




¿Cada cuánto te haces un chequeo?




En momentos difíciles: (stres, desilusión, soledad, etc)
¿Has sentido apoyo?







¿Has buscado ayuda?




Afectivo – Emocional: Yo soy mi persona y mi persona soy yo.


¿Con cuantos amigos cuentas en la Diócesis?





¿Hay verdadera amistad?




¿Tus amistades están dentro o fuera del Presbiterio?





¿Cuáles son las principales adicciones que padeces?

¿Cómo integras a la mujer en tu vida?






¿Cuál es la situación más sentida en la vivencia de tu afectividad?




Familiar:


¿Cómo es mi relación con la propia familia?












Economía: La economía, regalo de Dios, para mí y para compartir.


¿Con qué criterios administro mi dinero?











DIMENSIÓN INTELECTUAL:

Sabiduría: lo que Dios ha ido sembrando en ti.


¿Cuánto tiempo dedicas a la lectura y al estudio en la semana?









¿Cómo pones tus capacidades al servicio de los demás?




DIMENSIÓN ESPIRITUAL:

Relación con Dios: Configurados con Cristo Sacerdote y Pastor.


¿Conozco y cultivo la Espiritualidad Sacerdotal?






¿Qué equilibrio existe entre Oración y Trabajo Pastoral?
¿Cómo es tu vivencia de la Eucaristía?
¿Con qué Espiritualidad vibras y te identificas?






¿Qué lugar ocupa en tu vida la Liturgia de las Horas?
¿Qué tanto frecuentas el sacramento de la Reconciliación?




Dirección Espiritual: Ser acompañado para acompañar.


¿Tengo director espiritual?






¿Siento necesidad de dirección espiritual?




DIMENSIÓN PASTORAL:

La Caridad pastoral es un don y un deber.


¿Me identifico y hago mío el Plan Pastoral Diocesano?







¿El Plan de Pastoral Diocesano es referencia para mi ministerio pastoral?







¿Qué tipo de relaciones se están dando entre nosotros?:

Obispo-Presbítero
           

Presbítero – Decanato


Párroco – Vicario


Presbítero – Religiosos


Presbítero – Laicos







3.- OBJETIVO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE.

3.1.- Objetivo general.

El siguiente trabajo consistente en elaborar el objetivo general de la formación permanente para el presbiterio de la diócesis. Es importante tener en cuenta lo trabajado en estos días pasados y ver qué nos dice:

Ø  El marco doctrinal como referencia primera.

Ø  La historia de formación permanente vivida en la Diócesis.

Ø  El análisis de la realidad en que vivimos.

De toda esta reflexión personal y diocesana han surgido “conclusiones” que no podemos dejar a un lado; sino tener muy en cuenta a la hora de dar el siguiente paso.

Conclusiones en forma de:

Ø  logros en los que se puede avanzar;

Ø  carencias o lagunas que habrá que rellenar y

Ø  necesidades sentidas que tendremos que satisfacer.

Todo esto no es un simple ejercicio intelectual; ahí aparecen, como fruto del Espíritu, las invitaciones que Dios me está haciendo, como sacerdote, para responder con mayor fidelidad y coherencia a lo que Él quiere y espera de mi.

Es así como se constituye en la referencia obligada y será el faro que orientará nuestro proyecto diocesano de formación permanente y sus  acciones.

Es necesario ver nuestro objetivo como la expresión de la Voluntad de Dios para nosotros y por lo mismo como materia de un permanente discernimiento. Necesitamos pues elaborar, conocer, comprender y asumir afectiva y efectivamente nuestro Objetivo.

Es la respuesta a las preguntas: Qué queremos lograr, cómo lo queremos lograr y para qué lo queremos lograr.

Debe tocar nuestra inteligencia: ser luz.
Debe tocar nuestro corazón: ser calor.
Debe tocar nuestra voluntad: producir movimiento, empujar.
Debe ser un punto que siempre atrae, siempre mueve.

Es nuestro ideal de sacerdote, de Iglesia y de sociedad que queremos conseguir con nuestra opción de vida en permanente formación.

Ha nacido de la confrontación entre el marco de realidad y el marco doctrinal.
Es una utopía creadora, un ideal a largo plazo, por el que se lucha para llegar a ser los servidores del Pueblo sacerdotal que queremos ser.
En la diócesis quiere expresar nuestro ideal de Iglesia y de sacerdocio al  servicio del Pueblo sacerdotal, de la sociedad y del hombre, que queremos dirija toda nuestra vida.

Toca nuestra inteligencia: Nos da nuevas luces y nos abre nuevos horizontes.
Toca nuestro corazón: Hace nacer en nosotros entusiasmo, afecto, gozo.
Toca nuestra voluntad: Nos da energía y nos pone en movimiento.

Se trata, por lo tanto, de:

Recuperar todo, para retomar lo más importante y proyectar hacia delante lo que ha ido surgiendo como invitación dominante por parte de Dios para mi vida  y para el caminar diocesano.

“No extingan la Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno” I Tes 5, 19-21.

Vivimos en un mundo en el que todo se programa a corto, a medio y a largo plazo.
Un mundo que se plantea objetivos, estrategias, medios, acciones...
Esto en el mundo familiar, laboral, político, deportivo, etc...

Hablamos mucho de trabajar con proyecto (parroquia, diócesis, catequesis) y a nivel personal ¿QUÉ?

Un hombre sin proyecto es una persona a la deriva, un hombre sin saber qué hacer con su vida, un hombre sujeto a todo tipo de improvisaciones.

Por eso estamos trabajando en la elaboración de un Proyecto de Formación Permanente.  Partimos de la base de que Dios tiene un proyecto para mí como sacerdote.

Dos preguntas claves:

Ø  ¿Qué quiere Dios de mí?

Ø  ¿Cómo vivir mi vocación sacerdotal?

Esto a nivel personal ya sería un logro; pero en nuestro caso, además, formamos parte de un cuerpo diocesano. Nuestra pertenencia a la diócesis no está sólo en función de lo organizativo y la eficacia pastoral. Es un elemento esencial en cuanto a vinculación con el Obispo y con los demás sacerdotes con los que estoy llamado a vivir una Fraternidad Sacerdotal.


3.2.- Propuesta de trabajo:


  1. Una primera parte en torno al “presbiterio” que queremos ser en la diócesis:
¿Qué aspectos, rasgos, características pienso que debería tener?

Ø  Ceñirse a lo más significativo y relevante. Y con visión amplia de futuro.


  1. En una segunda parte, plasmar esto en un objetivo general desglosado para la formación permanente de la diócesis, que nos permita con el tiempo, a través de un proceso, llegar a ser lo que deseamos ser.

Ø  Es cuestión de definir el QUÉ; el CÓMO; y el PARA QUÉ.


  1. Y en un tercer momento, poder llegar a plasmar esto en la redacción de un objetivo general:

Ø  Que sea claro, conciso, realizable y evaluable. No podemos meter todo, sino lo más importante.

Ø  Tiene que reflejar aquello a lo que queremos tender.

Ø  Tendrá que estar orientando permanentemente nuestra vida y el caminar del presbiterio diocesano.
3.3.- Dinámica de trabajo.

Elaboración del Objetivo;


Presbiterio que deseamos ser:






Objetivo General de la Formación Permanente:

Qué:





Cómo:





Para qué:




Redacción del Objetivo:









4.- POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS.


4.1.- ¿Qué entendemos?

Ya hemos dejado claro hacia donde queremos caminar. Ahora queremos establecer las políticas y estrategias que sirven para guiar nuestra acción hacia el Objetivo.

Suponemos un proceso de conversión interior, dejando a un lado nuestros gustos personales, vicios o costumbres arraigadas que impiden una verdadera renovación pastoral, es decir:

Ø  el estilo de vida que vaya marcando nuestro modo de ser sacerdotes.

Ø  el perfil que vaya dándole identidad a nuestro presbiterio.

Por Política.

Entendemos las granes líneas orientadoras que nos permiten lograr el objetivo. Su origen es el marco doctrinal y por lo tanto, tendrán que surgir de los elementos contemplados y resaltados en dicho marco doctrinal y de las conclusiones a las que hemos llegado en el análisis de la realidad.

Pueden ser de orden teológico, pastoral o social. Responden al “qué hacer” y se expresan con un verbo en infinitivo y con un lenguaje común que pueda aplicarse fácilmente a situaciones específicas.

Una línea de acción, un principio orientador, una actitud básica que el grupo asume para desarrollar su plan.

Ejemplo:        Dimensión Humana: “Cuidar la propia salud”.

Dimensión Intelectual: "Favorecer el estudio y la reflexión”.

Dimensión Espiritual: “Buscar la relación con Dios”.

Dimensión Pastoral: “Vitalizar la caridad pastoral".

Son las incidencias en las que queremos insistir. Buscando responder con alguna o algunas líneas de trabajo para cada una de las cuatro áreas de formación; de tal manera que busquemos un equilibrio de integralidad en nuestra vida sacerdotal.

No hay que confundir con el objetivo, ya que las políticas no responden al “para qué” como es propio de parte del objetivo.


Por Estrategia.

Entendemos un modo de acción que se asume para apoyar o concretar una determinada política. Tiene su origen en el marco de realidad. Dice el “cómo hacer” y se expresa con un verbo en gerundio. Son maneras de actuar que asumimos y promovemos para apoyar los medios y recursos que tenemos a nuestro alcance o que habrá que favorecer para que las políticas se puedan llevar a cabo y así logremos la consecución del objetivo. Es la forma concreta para llevar a cabo una política establecida.

Es necesario revisarlas y adecuarlas, según varíen las circuns­tancias de lugar, tiempo o cultura, de modo que una misma política no tenga siempre la misma estrategia.

A cada política deberá corresponder 1 ó 2 estrategias, concretas y realizables.

Ejemplo:         Política: "Cuidar la propia salud”.

                      Estrategia: “Practicando algún deporte o ejercicio físico”.

                   “Haciendo el cheque médico”.

No se trata de aportar contenidos o temas para la formación permanente; eso vendrá después por parte del equipo que dé seguimiento al proyecto, y en conformidad con las necesidades sentidas.

Aquí se trata dejar claros los grandes “ejes” en torno a los cuales creemos que tiene que girar cada una de las áreas de la formación permanente: Humana, Espiritual, Intelectual y Pastoral.

Habrá que tener en cuenta que están condicionadas por la situación concreta del lugar donde se trabaja. Pueden ser válidas en un presbiterio, pero en otro no. De modo que, para una política, no habrá que utilizar necesariamente la misma estrategia.




4.2.- Dinámica de trabajo.

Elaboración de políticas y estrategias.

Dimensión Humana:

Políticas:
Estrategias:

















Dimensión Intelectual:

Políticas:
Estrategias:


















Dimensión Espiritual:

Políticas:















Estrategias:



Dimensión Pastoral:

Políticas:















Estrategias:





5.- ORGANIZACIÓN DEL PLAN DE FORMACIÓN PERMANENTE.

Estamos entendiendo por plan de formación permanente un proyecto a largo plazo (de 3 a 5 años) y no sólo la calendarización puntual de actividades de tipo intelectual, espiritual o pastoral, aunque éstas vayan encaminadas a la promoción de la persona del sacerdote en su contexto diocesano.

Dicho proyecto procurará favorecer la maduración integral de la persona en las diferentes áreas humana, intelectual, espiritual y pastoral. Tendrá que contemplar a la persona en cualquiera de las etapas de su vida como sacerdote. Y  deberá desarrollarse de manera procesual en el tiempo.

Para ello, debemos establecer los espacios necesarios para recorrer este camino, así como calendarizar las diferentes actividades, al mismo tiempo que precisar los responsables de las mismas, de tal manera que evitemos todo tipo de improvisación que nos conduciría a la dispersión y falta de integralidad.

5.1.- Espacios de formación permanente.

Se trata de optimizar los encuentros que ya se dan en la diócesis e implementar otros nuevos que puedan ayudar a conseguir el objetivo que nos hemos propuesto como presbiterio diocesano en el ámbito de la formaciónpermanente.

Es conveniente enmarcarlos dentro de un año natural y poder ir evaluando cada actividad, de manera que sea la misma experiencia la que nos marque el camino futuro.

Para ello tener en cuenta:

Ø  Reuniones de decanato.
Ø  Reuniones de zona pastoral.
Ø  Ejercicios Espirituales.
Ø  Semanas de formación permanente.
Ø  Jornadas sacerdotales.
Ø  Cursos varios.

5.2.- Calendarización de la formación permanente.

Es recomendable establecer fechas fijas para las diferentes actividades de formación permanente, de tal manera que todos podamos priorizar dichas fechas como compromisos diocesanos que primen sobre cualquier otro compromiso personal.

También es conveniente dejar claro para cada actividad los responsables de prepararla, organizarla y llevarla a cabo en su desarrollo.

Se pueden contemplar actividades con carácter mensual, trimestral o anual.




5.3.- Dinámica de trabajo.

Año:               Días:          Actividad:                                                         Responsables:    

Enero




Febrero




Marzo




Abril




Mayo




Junio




Julio




Agosto




Septiembre




Octubre




Noviembre




Diciembre









6.- EQUIPO DIOCESANO DE FORMACIÓN PERMANENTE.


6.1.- Responsabilidad del la formación permanente.

Es fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del presbiterio en el desarrollo de la formación permanente en la diócesis. La del Obispo se basa en el hecho de que los presbíteros reciben su sacerdocio a través de él y comparten con él la solicitud pastoral por el Pueblo de Dios. El Obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el Pueblo de Dios los quiere y tiene el «derecho» de tenerlos.

Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas. El Obispo vivirá su responsabilidad no sólo asegurando a su presbiterio lugares y momentos de formación permanente, sino haciéndose personalmente presente y participando en ellos convencido y de modo cordial (PDV 79)

El Obispo asesorado por el presbiterio, constituirá un equipo encargado de coordinar las actividades de formación permanente  en la diócesis, que puede estar conectado con la comisión del clero, si ya existe.

Dicho equipo tendrá como funciones a su cargo:

Ø  Dar seguimiento al proyecto global de formación permanente.

Ø  Preparar los diferentes encuentros programados.

Ø  Elaborar los materiales de reflexión necesarios.

Ø  Organizar los Ejercicios Espirituales del presbiterio.

Ø  Revisar los diferentes encuentros llevados a cabo.

Ø  Evaluar el proyecto global en su conjunto y dale continuidad.









6.1.- Dinámica de trabajo.


Constitución del equipo diocesano de formación permanente:


Nombre:                                    Teléfono, E-mail:                      Responsabilidad: 



Obispo de la Diócesis



Coordinador del equipo



Área Humana



Área Intelectual



Área Espiritual



Área Pastoral









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