“Para todo presbítero la formación espiritual constituye el centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdotal y su ejercer el sacerdocio.” PDV 45
FORMACION ESPIRITUAL DESDE UNA PERSPECTIVA INTEGRADORA
PDV 57
La finalidad pastoral asegura a la formación humana, espiritual e intelectual algunos contenidos y características concretas, a la vez que unifica y determina toda la formación de los futuros sacerdotes.
PDV 45
Pero señala de igual manera que sin la formación espiritual, la formación pastoral estaría privada de fundamento.
Nos encontramos ante el desafío de formar en los seminaristas una personalidad unificada e integrada en medio de una cultura que desfavorece. Se trata de que no convivan en el formando varias “personalidades”: una en la parroquia, otra con sus amigos, otra cuando reza, otra cuando va de vacaciones. O que se den desequilibrios en las cuatro dimensiones, formar grandes intelectuales pero pocos humanos, o que sean muy humanos pero poco espirituales, o muy espirituales y que al final sea una fuga y no se viva la dimensión pastoral como se espera de un sacerdote diocesano.
Buscamos pues, formar para una vida unificada, integrada.
El objetivo es que en el Seminario el formando pueda ir desarrollando en su propia vida como una síntesis entre lo que sabe teológicamente, lo que vive espiritualmente, y lo que hace pastoralmente. Cuidar que no se den reduccionismos, se trata de que una dimensión enriquezca a las otras, y aquí está también la búsqueda de la madurez integral de la persona. “…pues será tarea de cada uno realizar en sí mismo esta síntesis, de modo que lo que uno sabe le allane el acceso a la experiencia de Dios, y ofrezca a la praxis pastoral orientación y raíces, liberando respectivamente estos dos últimos campos del subjetivismo y de la arbitrariedad o el capricho, en los que suelen quedar atrapados cuando se los sustrae de sus bases teológicas. De igual modo, la experiencia que hagamos des Dios vivo ha de permitirnos saborear el conocimiento teológico de sus misterios, como así también abordar el quehacer pastoral y el trato con los demás desde una manera de mirar, de sentir y de hacer que no son sólo nuestros.”[1]
FORMACION ESPIRITUAL Y CRECIMIENTO HUMANO, INTELECTUAL Y PASTORAL
PDV 45
La vida espiritual debe influir fuerte y profundamente en todos los ámbitos de la formación sacerdotal, ofreciendo desde el ámbito de la caridad pastoral, el estilo propio para abordar la maduración humana, la preparación intelectual y la práctica pastoral. “…, para todo presbítero la formación espiritual constituye el centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio.”
FORMACION ESPIRITUAL Y MADUREZ HUMANA
En última instancia el fundamento de la madurez humana es cristológico. San Pablo nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo, a tener la misma altura de Cristo (Cfr. Ef 4, 13).
No favorece nada disociar la formación humana de la espiritual, teniendo muy claro que el proceso de formación es cristiano vocacional. En el formando no existen estas dimensiones paralelamente, y no se puede explicar la una por la otra, cada una tiene sus leyes de crecimiento y discernimiento, pero sin confundirlas, van profundamente relacionadas.
El Magisterio habla que el fundamento esencial para la formación sacerdotal es la dimensión humana, sabiendo que la gracia no excluye ni prescinde de la naturaleza, como ésta no puede elevarse a la vida sobrenatural sin la gracia. “De aquí que el itinerario de maduración humana que recorre el seminarista a lo largo de su tiempo de formación no sea sólo de orden psicológico y no pueda ser separado de su crecimiento espiritual, lo que constituye ese camino en un verdadero proceso de gracia que atraviesa toda su persona”.[2]
FORMACION EN LA VIDA AFECTIVA
No alcanza el hombre plena madurez si no ha conocido el amor que Dios le tiene y no ha creído en él (cf. 1 Jn 4, 16). No acabamos de sentirnos seguros sino bajo la mirada amorosa de Dios. La naturaleza del corazón humano se comprende mejor desde la antropología cristiana: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.[3]
PDV 44
“La madurez afectiva supone ser conscientes del puesto central del amor en la existencia humana…, el hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente.”
PDV 44
“Al educar para la madurez afectiva, es de máxima importancia el amor a Jesucristo, que se prolonga en una entrega universal. Así el candidato llamado al celibato, encontrará en la madurez afectiva una base firme para vivir la castidad con fidelidad y alegría.”
PDV 50
“La formación espiritual de quien es llamado a vivir el celibato debe dedicar una atención particular a preparar al futuro sacerdote para conocer, estimar, amar y vivir el celibato en su verdadera naturaleza y en su verdadera finalidad, y, por tanto, en sus motivaciones evangélicas, espirituales y pastorales. Presupuesto y contenido de esta preparación es la virtud de la castidad, que determina todas las relaciones humanas y lleva a experimentar y manifestar... un amor sincero, humano, fraterno, personal y capaz de sacrificios, siguiendo el ejemplo de Cristo, con todos y con cada uno".
[1] RECONDO VITORIA, José María, Formación Espiritual para el Presbítero del Tercer Milenio, Colección Documentos CELAM No. 145, 2ª., 2000, pp. 64-65.
[2] RECONDO VITORIA, José María, Formación Espiritual para el Presbítero del Tercer Milenio, Colección Documentos CELAM No. 145, 2ª., 2000, p. 66.
[3] Cf. SAN AGUSTÍN, Confesiones, I, 1.
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