viernes, 24 de junio de 2011

EL SACERDOCIO EN PALABRAS DE JUAN PABLO II, PIO XI Y EL CARDENAL CASTRILLÓN.

El sacerdocio en palabras de Juan Pablo II, Pio XI y el Card.  Castrillón

El sacerdocio en palabras de Juan Pablo II, Pio XI y el Card.  Castrillón:
            4. El sacerdote es el hombre de la Eucaristía. En el arco de casi cincuenta años de sacerdocio, la celebración de la Eucaristía sigue siendo para mí el momento más importante y más sagrado. Tengo plena conciencia de celebrar en el altar in persona Christi. Jamás en el curso de estos años, he dejado la celebración del santísimo sacrificio. Si esto sucedió alguna vez, fue sólo por motivos independientes de mi voluntad. La santa misa es de modo absoluto el centro de mi vida y de toda mi jornada. Ella se encuentra en el centro de la teología del sacerdocio, una teología que he aprendido no tanto de los libros de texto, cuanto de modelos vivos de santos sacerdotes. Ante todo, del santo párroco de Ars, Juan María Vianney. Todavía hoy me acuerdo de la biografía escrita por el padre Trochu, que literalmente me conmovió. Nombro al párroco de Ars, pero no es el único modelo de sacerdote que me ha impresionado. Ha habido muchos otros santos sacerdotes a los que he admirado, habiéndolos conocido tanto a través de sus hagiografías como personalmente, porque son contemporáneos. Los miraba y aprendía de ellos el significado del sacerdocio, como vocación y ministerio.
            5.  El sacerdote es hombre de oración. “Os alimento con lo que yo mismo vivo”, decía san Anselmo. Las verdades anunciadas deben descubrirse y hacerse propias en la intimidad de la oración y de la meditación. Nuestro ministerio de la palabra consiste en manifestar lo que primero ha sido preparado en la oración.
   Sin embargo, no es ésta la única dimensión de la oración sacerdotal. Dado que el sacerdote es mediador entre Dios y los hombres, muchos hombres se dirigen a él para pedirle oraciones. Por tanto, la oración, en cierto sentido, “crea” al sacerdote, especialmente como pastor. Y al mismo tiempo cada sacerdote se crea a sí mismo constantemente gracias a la oración. Pienso en la estupenda oración del breviario, Officium divinum, en el cual la Iglesia entera con los labios e sus ministros ora junto a Cristo; pienso en el gran número de peticiones y de intenciones de oración, que nos presentan constantemente numerosas personas. Yo tomo nota de las intenciones que me indican personas de todo el mundo y las conservo en mi capilla sobre el reclinatorio, para que en todo momento estén presentes en mi conciencia, incluso cuando no puedo repetirlas literalmente cada día. Permanecen allí, y se pueden decir que el Señor Jesús las conoce, porque se encuentra entre los apuntes sobre el reclinatorio y también en mi corazón.


Pbro. WRX


El sacerdocio en palabras de Juan Pablo II, Pio XI y el Card.  Castrillón

Nos dice Pío XI:
           
            Finalmente, el sacerdote, continuando también con este punto de la misión de Cristo, el cual pasaba la noche entera orando a Dios1 y siempre está vivo para interceder por nosotros2, como mediador público y oficial entre la humanidad y Dios, tiene el encargo y mandato de ofrecer a Él en nombre de la Iglesia, so sólo el sacrificio propiamente dicho, sino también el sacrificio de alabanza3 por medio de la oración pública y oficial; con los salmos, preces y cánticos, tomados en gran parte de los libros inspirados, paga él a Dios diversas veces al día este debido tributo de adoración, y cumple este tan necesario oficio de interceder por la humanidad, hoy más que nunca afligida y más que nunca necesitada de Dios. ¿Quién puede decir los castigos que la oración sacerdotal aparta de la humanidad prevaricadora y los grandes beneficios que le procura y obtiene? Si aún la oración privada tiene a su favor promesas de Dios tan magníficas y solemnes, como las que Jesucristo le tiene hechas4, ¿cuánto más poderosa será la oración hecha de oficio en nombre de la Iglesia, amada Esposa del Redentor? El cristiano, por su parte, si bien con harta frecuencia se olvida de Dios en la prosperidad, en el fondo de su alma siempre siente que la oración lo puede todo, y como por santo instinto, en cualquier accidente, en todos los peligros públicos y privados, acude con gran confianza a la oración del sacerdote. A ella piden remedio los desgraciados de toda especie; a ella se recurre para implorar el socorro divino en todas las vicisitudes de este mundanal destierro. Verdaderamente el sacerdote está interpuesto entre Dios y el humano linaje: los beneficios que de allá nos vienen, él los trae, mientras lleva nuestras oraciones allá, apaciguando al Señor irritado5.

            Ser sacerdotes hoy. El tema de la identidad sacerdotal es siempre actual, porque se trata de nuestro ser nosotros mismos. Durante el Concilio Vaticano II e inmediatamente después se habló mucho de esto. Este problema tuvo origen probablemente en cierta crisis de la pastoral, frente a la laicización y el abandono de la práctica religiosa. Los sacerdotes comenzaron a plantearse la siguiente pregunta: ¿Se tiene todavía necesidad de nosotros? Y en algunos sacerdotes aparecieron los síntomas de cierta pérdida de su propia identidad.

            Desde el principio el sacerdote, como escribe el autor de la carta a los Hebreos, “es elegido de entre los hombres y está puesto a favor de los hombres que lo que se refiere a Dios” (Hb 5, 1). Esta es la mejor definición de la identidad del sacerdote. Cada sacerdote, según los dones que el Creador le ha otorgado, puede servir de diferentes maneras a Dios y alcanzar con su ministerio sacerdotal diversos sectores de la vida humana, acercándolos a Dios. Sin embargo él permanece, y debe permanecer un hombre elegido de entre los demás y “puesto a favor de los hombres en lo que se refiere a Dios"
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1  Cf. Luc. 6, 12.
2  Cf. Hebr. 7, 25.
3  Cf. Ps. 49, 14.
4  Cf. Mat. 7, 7-11; Marc. 11, 24; Luc. 11, 9-13
5  S. lo. Chrys. Homil. 5 in Is.                                        
Pbro. WRX
El sacerdocio en palabras de Juan Pablo II, Pio XI y el Card.  Castrillón
            La identidad sacerdotal es importante para el presbítero; es importante para su testimonio delante de los hombres, que sólo buscan en él al sacerdote: un verdadero “horno Dei”, que ame a la Iglesia como a su esposa; que sea para los fieles testigo de lo absoluto de Dios y de las realidades invisibles; que sea un hombre de oración y, gracias a ésta, un verdadero maestro, un guía y un amigo. Delante de un sacerdote así, a los creyentes les resulta más fácil arrodillarse y confesar sus propios pecados; cuando participan en la santa misa, les resulta más fácil tomar conciencia de la unción del Espíritu Santo, concedida a las manos y al corazón del sacerdote radiante el sacramento del orden.
             La identidad sacerdotal es una cuestión de fidelidad a Cristo y al pueblo de Dios, al que somos enviados. No es sólo algo íntimo, que se refiere a la autoconciencia sacerdotal. Es una realidad constantemente examinada y verificada por parte de los hombres, porque el sacerdote “elegido de entre los hombres está puesto a favor de los hombres en lo que se refiere a Dios”.
             Pero un sacerdote, ¿cómo puede realizar plenamente esta vocación? El secreto, queridos sacerdotes, lo conocéis bien: es confiar en el apoyo divino y tender constantemente a la santidad. Esta tarde quisiera desear a cada uno de vosotros “la gracia de renovar cada día el carisma de Dios recibido con la imposición de las manos (cf. 2 Tm. 1, 6); de sentir el consuelo de la profunda amistas que os vincula con Cristo y os une entre vosotros; de experimentar el gozo del crecimiento de la grey de Dios en un amor cada vez más grande a Él y a todos los hombres; de cultivar el sereno convencimiento de que el que ha comenzado en vosotros esta obra buena la llevará a cumplimiento hasta el (lía de Cristo Jesús (cf. Flp 1, 6)” (Pastores dabovobís, 82).
            Os sostenga, con su ejemplo y su intercesión, María Santísima. María Madre de los sacerdotes.
Nos dice el Card. Castrillón:
            El sacerdote, no lo olvidemos, es un puro don de amor a la humanidad. No son nuestras capacidades ni nuestras fuerzas las que salvan: es el Amor misericordioso del Redentor que salva y para hacerlo, de ordinario, se quiere servir de nosotros, “siervos inútiles” que por amor somos “llamados” a entregarnos a nosotros mismos en la donación total. Somos propiedad de Dios y de los hermanos. He aquí el valor espléndido, teológica y pastoralmente tan conveniente al sacerdocio católico, del celibato y del radicalismo evangélico en su totalidad. Vosotros, con elocuente testimonio de medio siglo de fiel donación sacerdotal, predicáis a la Iglesia y al mundo que el ministerio ordenado no puede ser entendido como un servicio “ad tempus”, generando “desde abajo” o en definitiva restringido solo a algunos aspectos celebrativos, aunque sean fundamentales, mientras es urgente volver a afirmar a nosotros mismos y después a todos, la magnífica integralidad pastoral del sacerdocio ordenado.
Entre otras cosas esta integralidad constituye también una garantía de auténtica promoción de todas las otras “vocaciones”, de la laical a la consagrada, en su rica pluriformidad. Aquel que es ordenado en modo alguno disminuye el sacerdocio común, al contrario, lo sirve, para que se exprese en plenitud y madure en la caridad.
Nuestro sacerdocio es “officium laudis”, como lo califica el Santo Padre en su Carta más reciente dirigida a nosotros con ocasión dek Jueves Santo (n. 6).
Card. Dario Castrillón Hoyos.

Pbro. WRX


LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE LOS FUTUROS PRESBITEROS

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE LOS FUTUROS PRESBITEROS
ELEMENTOS PARA RESPONDER A LAS EXIGENCIAS DE UN MUNDO POSTMODERNO Y GLOBALIZADO

ROY LUIS GARCÍA ZAMORA
En las puertas del Tercer Milenio, nos sale al paso una crisis de grandes proporciones que ha venido a cimbrar todos los aspectos de la vida humana, provocada por un mundo globalizado en el que combinan y recrean creencias, actitudes y estilos de vida, que consecuentemente vienen generando una nueva cultura que por los efectos de los cambios tan profundos y repentinos, no ha podido definirse ni concretarse con claridad. Esta situación no es ajena a los procesos de formación en nuestros seminarios y ha venido a afectar, no solamente la formación sino la vida y el ejercicio del ministerio de los presbíteros.
La presente investigación pretende ofrecer  aquellos elementos que puedan ayudar a renovar los proyectos formativos de los seminarios, desde una sólida, amplia y competente formación intelectual, que articule, unifique e ilumine todas las dimensiones de la formación, desde la inicial y hasta la formación permanente del presbítero, para que lleguen a ser pastores creíbles en un mundo postmoderno y globalizado.
Mientras que el contexto social y eclesial, son sus luces y sombras, es reconocido como uno de los factores que influyen en la vida y ministerio del presbítero, una atenta consideración al acontecer contemporáneo, nos lleva a afirmar, que estamos viviendo un cambio de época que cuestiona el ministerio de los presbíteros. No se trata sólo  de la aceleración  de la vida ni de los nuevos descubrimientos tecnológicos que se adentran en el misterio de la vida; hay un cambio de paradigmas y valoraciones. Es decir, está emergiendo una nueva civilización que propone desafíos y puntos de referencia nuevos a la acción pastoral de la Iglesia, a la formación y, por ende, a la vida y ministerio de los presbíteros.
A estos cambios se les conoce como  el fenómeno de la postmodernidad y de la globalización. Son varios los factores que vienen a determinar dichos cambios, tales como el avance de la ciencia y la tecnología, así como la sorprendente red de comunicaciones que se ha generado propiciando una comunicación de alcance mundial con la capacidad de interactuar en tiempo real desvaneciendo las barreras geográficas y espacio-temporales. Estos factores son los que nos hacen confirmar que la historia de la humanidad se ha acelerado, propiciando cambios tan vertiginosos que no permiten asimilarlos. Ante este panorama se exige hoy hacer una renovación de nuestros planes de seminarios y asegurar un acompañamiento posterior a la ordenación, ya que las circunstancias y las necesidades son tan variantes que sería utópico e irreal esperar del seminario la solución de todos los problemas futuros.
Por eso se hace cada vez más urgente preguntarse, ¿Qué tipo de presbíteros hoy para América Latina?, ¿Cuál es la formación intelectual que se brinda en nuestros seminarios? Y ¿Cuáles serían los elementos que le ayudarían a responder a los desafíos de la postmodernidad y la globalización hoy?.
Debido a la situación mutante, globalizante y desafiante de nuestra era, consideramos que el presbítero de hoy, si quiere ser real y verdaderamente un pastor que pueda ser un signo creíble, debe formarse bajo una amplia y sólida formación intelectual. Por eso ofrecemos esta reflexión desde la formación intelectual, como el principio iluminador de la formación del presbítero, desde una perspectiva integral, integradora y transversal, que tenga su génesis en la formación inicial y se vaya actualizando durante el ejercicio del ministerio presbiteral.
Hoy más que nunca, el trabajo formativo es arduo y gravoso, y se convierte en todo un desafío, más aún, cuando descubrimos que los ambientes de donde provienen los candidatos al ministerio y en los que se mueve la acción pastoral del presbítero en nuestros días, ya no son tan cristianos, ni los hogares son ya Iglesias domésticas y que la vida fragmentada y el pensamiento débil se han filtrado hasta los espacios de nuestros seminarios.
Efectivamente, constatamos que la relación necesaria entre las dos grandes disciplinas que le dan solidez a la formación sacerdotal, filosofía y teología y aquellos aspectos más mediáticos que vienen a reforzar la formación intelectual le ayudarán a responder a las exigencias del mundo actual y a las comunidades exigentes en las que se desarrolla la acción pastoral del presbítero.
Queremos señalar que nuestra propuesta la hemos planteado y fundamentado desde la dimensión intelectual, pero sin dejar a un lado ni ir en detrimento de las demás dimensiones de la formación sacerdotal, que lo lleve a una formación íntegra, integral e integradora.
De ahí que ante la situación actual en la que se mueve el presbítero de hoy, la formación intelectual debe ser el principio iluminador que le capacite y le brinde herramientas para su formación y ejercicio pastoral y que, a la vez, sea un elemento que unifique y articule los conocimientos adquiridos para su crecimiento en la formación humana y consecuentemente le permita integrarlos en su formación espiritual.
También hemos verificado que el equipamiento intelectual no se hace de una vez para siempre, sino que pide reponerlos permanentemente. Es aquí donde se ha constatado, que la formación intelectual, es esencial desde la formación inicial y a través de la formación permanente. Por lo tanto, la formación permanente se hace cada vez más necesaria y no admite excepciones.
Descubrimos pues, que la experiencia de la globalización es plural y nos tiene que enseñar a descubrir la acción de Dios que se deja percibir en este acontecimiento como un nuevo signo de los tiempos, que exige finalmente una mirada contemplativa que conlleve a un fino discernimiento, para que a través de una reflexión teológica, ético-cristiana, el presbítero pueda leer la validez positiva pero al mismo tiempo las situaciones negativas de anti-reino que ofrece la globalización.
Es aquí donde se tiene que replantear seriamente los planes y los procesos formativos. Que los proyectos formativos tengan como punto de partida y de llegada la nueva sociedad postmoderna y globalizada.
Por eso, ante los cambios radicales y las grandes transformaciones del mundo y del hombre de hoy, se constata que los elementos que deben formar al presbítero, maestro y pastor, discípulo y misionero para que sepan dar razones para vivir y razones para esperar, serían:
            Una formación sacerdotal, que prepare a los candidatos por una parte, para un pensamiento nuevo que les permita asimilar e integrar el cambio de época que se está gestando de manera continua como efecto de la postmodernidad, y, por otra, se debe enfocar desde el impacto profundo que está teniendo la globalización, ya que es el nuevo contexto en que se ejerce hoy el ministerio presbiteral.
            Una formación que los capacite, para afrontar los desafíos que presentan las nuevas condiciones socio-culturales, asegurando un amplio bagaje intelectual, cultural, filosófico y teológico, unido a las ciencias auxiliares, para comprender y transformar la realidad de todos los fenómenos que afectan la vida del hombre actual.
Una formación que asuma los elementos y herramientas que le brindan las ciencias auxiliares y los otros aspectos afines. Así el pastor se familiarizará, con el lenguaje, la cultura, los problemas y los planteamientos de la sociedad en la que vive el hombre de hoy.
            Una formación integral, sólida y eficaz, que les permita presentar no solamente con la palabra, sino con el testimonio, una nueva imagen de Dios amor, que frente al individualismo  se propicie una actitud y una espiritualidad de comunión, así como la globalización de la solidaridad, que frente al relativismo actual, se proponga una visión objetiva y global del ser humano y de la sociedad.
            Unos contenidos doctrinales firmes y una comprensión clara de la identidad del ministerio ordenado, ya que las exigencias de la situación social actual y la situación eclesial, requiere del presbítero una identidad clara y asumida que, desde su ser y quehacer, se presente como un signo creíble en el mundo postmoderno y globalizado.
            Presbíteros con una sólida formación intelectual desde la formación inicial  y permanente para ser pastores con una profunda  experiencia de Dios, lo que configure con Jesús Buen Pastor y lo manifieste en la comunión con su presbiterio y con la comunidad a la que sirva y con el anuncio del Evangelio mediante la Nueva Evangelización, testimoniando la caridad, una gran calidad humana que lo solidarice con los pobres y excluidos y también una capacidad de dialogo cultural, ecuménico e inter-religioso.
            Presbíteros que desde una amplia formación intelectual sean capaces de ser testigos, para dar razón de su fe y de su esperanza ante el hombre de hoy, en un mundo que marcado por la postmodernidad y la globalización, va girando en búsqueda de su propia construcción.
            Presbíteros que sean maestros pastores con iniciativas proféticas de esperanza, con acciones solidarias transformadoras y con una vida de caridad que dinamice el servicio y su misión, en el contexto de la postmodernidad y la globalización.
Concluimos, entonces, que la formación intelectual en los seminarios debe ser profunda, íntegra, interdisciplinaria y actualizada si se quiere llegar a formar pastores creíbles desde una sólida formación intelectual. Para alcanzar ésta sólida competencia intelectual del presbítero (desde la formación inicial) y en el transcurso de la formación permanente, ha de tenerse en cuenta la promoción y proyección de una seria formación sacerdotal, que asegure una amplia y consistente formación filosófica, teológica, antropológica, socio-cultural e histórica, si se quiere dar respuestas claras, con fundamentos contundentes, a los desafíos y exigencias que viven nuestras comunidades cristianas en el mundo actual. 


OPERACIÓN DE LA ORACIÓN

            OPERACIÓN DE LA ORACIÓN
Formas y métodos de oración;
La oración lleva una operación compleja: en su unidad es un tiempo humana y divina. Encuentro entre dos libertades en una misma acción.
En el acto humano de orar entran muchos principios activos. El hombre ora con sus sentimientos, fantasías, memoria, intelecto, voluntad, afectividad y con el propio cuerpo.
La presencia de las diversas facultades varían de tipo de oración y según el nivel espiritual y la etapa de la vida de la oración y a la que el SEÑOR llama a recorrer.
La oración es complejo pero ordenada y metódica.
Hay necesidad de técnicas y métodos, sobre todo en la fase de aprendizaje y como medio para superar superficialidades.
Pero la oración es un carisma donde el Espíritu Santo, va más alla de la aplicación de un método.
Cuando se sabe más orar se recurre menos a un método externo.
Los elementos y la importancia de los cuales varia de espiritualidad a espiritualidad.
La oración como camino: Orar es un camino más que meter en acto una operación, un camino marcado por etapas.
En general se puede decir que antes de la oración afectiva, está la oración mental.
Podemos decir que tanto son los caminos, como tanto son los individuos, pero todos son convergentes. Hay un pluralismo y  una radical y fundamental unidad.
Radicalmente el camino es uno, única es la meta final, único es el sujeto activo propulsor, Dios, Jesucristo.
El más clásico itinerario está la triple vía: La Purgativa, Iluminativa y la Unitiva.

TIPOS DE ORACIÓN
1.)  VOCAL
2.)  MENTAL
3.)  ORACIÓN DE FÉ
1.)  ORACIÓN VOCAL: es por excelencia la oración de la gente (hecha entre varias personas), comunitaria, litúrgica.
2.)  Se dan numerosas formas, la meditación le lectio divina la contemplación, el examen de conciencia, la repetición, la aplicación de los sentidos, la oración afectiva, la oración de fe, la oración del corazón, la oración de recogimiento, la oración de quietud, etc.

FORMAS DE ORACIÓN MENTAL:
A.)  La Meditación: la oración personal, privada, en la que se suceden actos distintos de la inteligencia y la voluntad se distingue de la contemplación, la comunitaria y la litúrgica
La meditación tiene una estructura más analítica, comporta una reflexión metódica, una especie de ejercicio. Es un trabajo de asimilación de lo que se ha leído, escuchado o retenido hacer lo propio e interiorizarlo en el corazón.
Es una oración personal discursiva, el ejercicio intelectual es fuerte. Tampoco se reduce a simple actividad intelectual; Santa Teresa de Avila, escribía en el Castillo interior: “Lo esencial no es ya en el mucho pensar, más en el mucho amar por lo que vuestras oraciones deben ser sobre aquellas cosas que llevan al amor”.
La meditación tiene dos objetivos distintos.
1º. El acogimiento de pensamientos, ideas o verdades a asimilar.
2º. Hacer de estos medios eficaces para amar a Dios.

Frutos de la Medición. Destacan dos.
1.- despertar el afecto en el corazón.
2.- Intuición, percepción y comprensión de una verdad.

En la Espiritualidad, Ignaciana la Meditación es comúnmente la Meditación de las Tres Potencias: Memoria, Intelecto y Voluntad.
-       Memoria: une el pasado con el presente. Transforma al hombre de espectador a atento y directamente implicado en la acción retentiva de Dios en la historia.
-       de espiritualidad apostólica, donde el espíritu humano es orientado verso la praxis, no se queda en la contemplación estática de la verdad.
B.) El examen de conciencia: forma de oración que no implica solamente la memoria, también el intelecto, la voluntad, el corazón, toda la persona en su entera y profunda interioridad.
Tantos tipos de examen de conciencia como las diversas espiritualidades. La Ignaciana trae cinco puntos que se reducen a tres:
1.- Tú por mí.
2.- Yo por ti.
3.- Mañana juntos.
      C.) La Contemplación Evangélica. Sus diversas formas según la espiritualidad.
En efecto, la diferencia entre contemplación y contemplación es según la etapa espiritual en la que se encuentra la persona que ora. Si es la Ignaciana, las etapas se dan según la semana de ejercicios.
Naturaleza y definición de la C.: una precisa forma de oración o específico ejercicio de oración específico ejercicio de oración personal, privada y sintética que lleva a la simple mira y aplicación del espíritu afectivo sobre la persona de Jesús, para conocerlo mejor, amarlo y seguirlo.
Sintética porque tiende a la unificación. Un encuentro personal con Jesús real, visto desde hace 20 siglos, vivo y presente en la historia.
En la contemplación Evangélica se trata fundamentalmente de hacer presente los misterios y hacerse presente en los misterios. Se trata de andar al centro del misterio que es la Persona de Jesús.
Fin y meta de la contemplación Evangélica: Es buscar la persona de Jesús más que las virtudes en Él.

3.)   LA ORACIÓN DE FE: Consiste que con la gracia de Jesús Cristo, las iluminaciones de la mente, la justa disposición de la voluntad, y la unión con Dios acompañan y guían todas nuestras acciones, a modo de encontrar a Dios en todas las cosas..

La oración de fe favorece el desarrollo de una auténtica afectividad espiritual, superando lo emotivo-dulzura, llega a la misma persona de Dios. Pasar del deseo de la consolación de Dios al Dios de las consolaciones.
Es propio de la oración de fe hacer madurar una particular y auténtica humildad.

NOTA: La Lectio Divina, más que una forma o un tipo particular de oración es un método para organizar el cuerpo de la oración.

LA OPERACIÓN
LA ESTRUCTURA DEL EJERCICIO DE ORACIÓN

A)   LA PREPARACIÓN:
1.- Una preparación de la mente a nivel intelectual. Escoger textos, el criterio que se quiere seguir y el deseo de la gracia a recibir.

2.- preparación del corazón a nivel afectivo: Desear tener un verdadero encuentro con el Señor


B)   El ejercicio de oración propiamente. Implica un ingreso, El cuerpo de la Oración y la Salida como conclusión.

En el ingreso de la oración personal se dan estos elementos:
-       La presencia de Dios y el ofrecimiento a Él.
-       La presencia del orante.
-       Preámbulo.

En el cuerpo de la oración. En este punto central será muy útil la Lectio Divina: la meditatio, Oratio y Contemplatio.
La contemplatio, momento más pasivo de la oración y de mayor comunión e intimidad con Dios. Pero que la unión con Dios debe lanzar al orante al servicio caritativo de los demás.

En la salida como conclusión: momento de mayor profundidad en el proceso de interiorización de la palabra de Dios y abre al orante a la acción en la vida cotidiana.

C)   RELECTURA O EXAMEN DE LA ORACIÓN: es un momento de reflexión que sigue al momento de la experiencia: caminamos a la madurez humana y espiritual con dos pies, la experiencia y la reflexión. Es más difícil que el propio ejercicio pero útil, fructuoso e importante.
             La relectura es más para aquél que es llamado a ser apóstol, llamado a una espiritualidad activa, en orden a una unidad de vida, ve la necesidad del discernimiento espiritual, la unidad de vida entre oración y acción, que la oración vaya a la acción y la acción sea punto de reflexión en la oración.

                     
     
     

  
    
  
 

EXPERIENCIA ESPIRITUAL CRISTIANA, DIFICULTAD PSICOLÓGICA Y DISCERNIMIENTO PSICO-ESPIRITUAL

EXPERIENCIA ESPIRITUAL CRISTIANA, DIFICULTAD PSICOLÓGICA Y DISCERNIMIENTO PSICO-ESPIRITUAL

LA MADUREZ DEL HOMBRE, DEL CRISTIANO Y DEL SACERDOTE

 a) La madurez en sus diversos aspectos, dimensiones y momentos
     La madurez es un proceso, una realidad compleja en la que encontramos diversos aspectos, dimensiones y momentos que todos juntos concurren en lo que llamamos madurez.
     a.1) Aspectos  Entre los aspectos que entran en juego en el proceso de madurez están:
            1) Biológico. Es el sentido más obvio e innato de madurez.
            2) Intelectual.
            3) Emotivo-afectivo.
            4) Social o interpersonal. Entrar en relación con el otro en forma madura.
            5) Moral. El desarrollo de una conciencia que sepa distinguir entre lo bueno y lo malo.
            6) Espiritual.
            7) Vocacional. Como estado de vida o como profesión.

    En una madurez entra en juego la interrelación entre todos estos aspectos.
La madurez debe crecer entre todas estas áreas antes señaladas para ser tal.

    a.2) Momentos
    Hace, además, distinguir la madurez apropiada a los diversos momentos del ciclo vital, es decir, la madurez de la infancia, de la adolescencia, la de la mayoría de edad, la de la juventud adulta, la de la media edad y la de la vejez. Se debe procurar una madurez apropiada al nivel de vida que se tiene,
 de acuerdo al ciclo vital en el que encuentra la persona. Es fundamental percibir en las personas el deseo de cambiar y que reflejen en el proceso de discernimiento la posibilidad de cambiar  (dejar la inmadurez que refleja las diversas formas y asumir los pasos hacia la madurez)1

    a.3 Dimensiones
    La  madurez humana supone una madurez en el ámbito afectivo, en el sexual y ser capaz autocontrol.
    Madurez afectiva. Busca el equilibrio emocional. Prevalece la naturaleza racional sobre la impulsiva.
    Madurez sexual. Ser capaz de superar dos formas típicas de inmadurez: la homosexualidad
y el narcisismo y, alcanzar la heterosexualidad. Este es un primer estadio en el desarrollo sexual, pero es necesario un segundo estadio, que es el que el amor se debe convertir en donación de sí
y no la búsqueda de sí mismo.
    Finalmente el autocontrol. Ser capaces de ordenar las actividades mentales  y la conducta en modo tal que procure gozo, felicidad y bienestar en el sujeto.

    La madurez-integración
    El crecimiento en madurez lleva a la persona a una gradual integración  de las varias dimensiones y capacidades de la personalidad, la cual será caracterizada por la armonía entre todos sus elementos y de la integración de sus tendencias y de sus valores.
                        “Los obispos han de procurar que los jóvenes aptos por su carácter,
su virtud y su ingenio sean enviados a institutos especiales, facultades o universidades,  para que se preparen sacerdotes, instruidos con estudios superiores, en las ciencias sagradas  y en otras que juzgaran oportunas, a fin.
                                          
1 Para profundizar este estudio del desarrollo se puede consultar a Erickson. "de que puedan satisfacer las diversas necesidades del apostolado; pero no se reatienda en modo alguno de su formación espiritual y espiritual, sobre todo si aún no son sacerdotes”.
                                           (Optatam totius n. 18)
   
    b) ¿En qué consiste la madurez?
   El concepto de madurez es más o menos sinónimo de otros conceptos: normalidad, equilibrio, salud mental, integración, cumplimiento, perfección…
    Dos afirmaciones preliminares:
    10   En el campo psicológico no existe una única definición de madurez humana.
Hay diversas  escuelas  y diversos acercamientos arraigados en visiones antropológicas que son, por muchos aspectos, contradictorias. Cada escuela tiene una propia visión del hombre, del desarrollo humano y de la madurez.
    Por ejemplo, Ana Bisi tiene un estudio en el cual señala cuatro visiones fundamentales:
            - Psicoanalítica. (Freud)
            - Epigenética. (Erickson)
                - De la auorealización (Maslow)
            - De la autotrascendencia (Frankl, Rulla)
    Estas cuatro visiones tienen un concepto de madurez. Son visiones diversas y en algunos aspectos irreconciliables.
    20  La madurez no es un punto de llagada sino una realidad en constante evolución,  una tendencia, un proceso en curso, una orientación general de la persona más que un estado físico,  una medida específica. La madurez se identifica no con la presencia de una serie de cualidades,  sino con un equilibrio dinámico de todas las fuerzas de la personalidad.
    Desde este punto de vista, la madurez es un continuo devenir2  y en este proceso pueden darse bloqueos. Una de las tareas como formadores será ayudar al joven a descubrir los bloqueos que se presentan en el camino de madurez
    Desde una aproximación  dinámica podemos decir con Decaminara que la madurez es una realidad que consideramos:
-          Relativa y diferenciada. Relativa porque depende de cada persona, con sus costumbres y cualidades culturales, familiares…
-           Dinámica. En cuanto que no depende de un solo factor, sino que es un camino que se va haciendo a lo largo de la vida y en el que intervienen diversos factores.
-          Complejas. En la que se conjugan una serie diversa de niveles y elementos que todos juntos concurren para formar lo que llamamos persona madura.
-          Provisoria. En cuanto que no se alcanza de manera plena y definitiva.
-          No normativa. En cuanto que no hay un concepto revelado, absoluto que explique lo que es la madurez.
-          Ideal y no estático. En cuanto a lo que hoy se puede decir de la madurez es el nivel ideal que podría alanzar cada individual personal y, por esto mismo, no se puede hablar de la madurez como algo estático, siempre se está en movimiento para alcanzarla.

    c) Madurez en los documentos conciliares y el magisterio
    Madurez-Integración (Esto es lo que se debe potenciar en los candidatos. A esto se refiere la madurez que se les pide)
            - La vida interior. Es decir, el mundo interior, todo aquello que está dentro del ser humano.
                                                 
2 F. Decaminada en su artículo profundiza: “según esta perspectiva, el concepto y la realidad de la madurez  afectiva no se identifica con la presencia de una serie de rasgos y tampoco con la existencia de determinadas capacidades  o modos de conducta, sino con el equilibrio dinámico, productivo y constructivo de todas las fuerzas y pulsiones, también discordantes, que existen en la personalidad”. (p.80).
                - La persona y sus relaciones. Es decir, su mundo intrapsíquico.
            - El ambiente social. Es decir, todo el mundo externo que lo rodea.
    Estos tres aspectos ayudan a un desarrollo y a alcanzar la madurez en las personas. Cuando falta alguno de estos puntos decimos que falta en el candidato un elemento de madurez.

    Podemos concluir con lo siguiente: ¿cuál es el objetivo de la formación?
    Para los formandos religiosos:

            “El fin primordial de la formación es permitir a los candidatos a la vida religiosa y los jóvenes profesores descubran en primer lugar, asimilen y profundicen después, en qué consiste la identidad del religioso”.   (Potissimun institutioni, n 6)

    Para los seminaristas: 
               “La educación seminarística tiene la tarea de formar verdaderos pastores de almas a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor”
        (Orientaciones para la Educación para la formación al celibato sacerdotal, n 17)

    Así pues, la formación sacerdotal tiene la tarea de promover simultáneamente la formación del hombre(madurez humana), del cristiano (madurez bautismal) y del sacerdote (madurez sacerdotal).

“La madurez es una realidad compleja y no fácil de circunscribirla completamente. Si conviene, sin embargo, juzgar maduro, en general, al hombre  que  ha  realizado  su vocación de hombre: en otras palabras, el hombre que ha adquirido la  capacidad  habitual de actuar libremente; que ha integrado  el  desarrollo de  la virtualidad humana  con hábitos virtuosos; que ha adquirido un fácil y habitual autocontrol emotivo, con la integración de las fuerzas  emotivas que deben estar al servicio del planteamiento racional; que  prefiera el vivir comunitariamente, que  esté  abierto al don se sí a  los otros; que se empeña en un servicio  profesional  con estabilidad y  serenidad; que  muestra  un comportarse según la autonomía de la conciencia personal; que posee la libertad  de  explorar,  investigar y elaborar una experiencia, es decir, de transformarlos acontecimientos para que se conviertan fructuosos para el futuro;  el hombre exitoso, que ha llegado al grado de desarrollo debido de todas las potencialidades y virtualidades, específicamente humanas”.
(Cong. Para la Educación católica. Orientaciones para la Educaciones para…, n 18)


    d) Madurez. Condición necesaria al sacerdocio
    El concilio vaticano II ya ha hablado de la madurez personal del creyente y de los candidatos a la vida religiosa y al sacerdocio.
    Respecto a los candidatos a la vida religiosa y al sacerdocio el concilio pide una madurez psicológica y afectiva:
               “Ellos (religiosos) tampoco descuiden los medios naturales, que ofrecen a la salud mental y a la física… ni sean admitidos si no después de un periodo de prueba realmente suficiente y si tienen la madurez psicológica y afectiva solicitada”
(Concilio vaticano II, Optatam totius 32)

                    “Deben ser cultivados con cuidado en los candidatos a la vida sacerdotal la suficiente estabilidad psicológica y afectiva, la capacidad de tomar decisiones prudentes… la fortaleza de espíritu y la sinceridad de ánimo, el respeto constante de la justicia, la fidelidad a la palabra dada, la amabilidad del trato, la discreción y la caridad en el conversar, la normal interiorización de los dotes más estimados en la convivencia humana, las aptitudes de sociabilidad en las relaciones con los otros”.    (Concilio vaticano II, Optatam totius, n. 32)

    En los años posteriores al concilio han surgido muchos documentos eclesiales que parecen concordar en creer que la madurez humana es una condición fundamental del empeño vocacional. Esta afirmación la  podemos encontrar en los siguientes textos:

                “El candidato… haya llegad a tal  grado de  madurez humana  y espiritual que le permitir de contestar a esta llamada con  suficiente elección libre y  responsable…
La  mayor   parte de las dificultades  encontradas  en nuestros  días en  la formación de  los religiosos derivan    del hecho que estos, al momento de su admisión   al noviciado, no poseyeron la suficiente madurez. Se deberá, en particular, asegurar que el candidato a la vida religiosa posea tales requisitos de madurez humana y afectiva, esperar que él será capaz de asumir las obligaciones del estado  religioso y que seguirá progresando  en ello hacia una más compleja madurez”.
                                             (Renovationis causam, nn. 4.11)             
                    “En las circunstancias actuales y de modo muy general, se puede decir que el diagnóstico de La Renovationis causam conserva toda su actualidad: la mayor parte de las dificultades encontradas en nuestros días en la formación de los novicios derivan del hecho que ellos, al momento de  su admisión al noviciado , no poseían aquellos mínimos de madurez necesaria. Ciertamente, no se exige que el candidato esté en condiciones de asumir enseguida todas las obligaciones de  los religiosos, pero tiene que  creérsele  capaz de  asumirlos  progresivamente. El poder  juzgar  sobre tal capacidad justifica que él da el tiempo y los medios para asumirlos. Este es el objetivode la etapa preparatoria al noviciado, cualquiera sea el nombre que se les dé: Postulantazo, prenoviciado, etc. Corresponde únicamente al derecho propio de los institutos precisar las modalidades de ejecución pero, como quiera que sea, nadie puede ser admitido si una adecuada preparación”.          
 (Potissimum institutioni, n. 42)

   
Es necesaria una colaboración profunda entre la teología, espiritualidad y las ciencias humanas para volver al más específico y más concreto concepto de madurez humana.